lunes, julio 31, 2006

Sistema Político en Chile:
Las trabas a la participación ciudadana.

Hace un rato fuimos testigos y seguimos, atentamente por lo demás, todos los por menores, aciertos y desventuras de la famosa “Revolución Pingüina”. En ella pudimos presenciar como un grupo de dirigentes estudiantiles pudo movilizar a los secundarios de todo un país, en pos de alcanzar demandas que ellos consideraban justas y legítimas. No es mi intención en estas líneas detenerme en esto ni menos hacer un análisis del movimiento secundario. Sólo quiero hacer notar lo bien que le hace a la democracia de un país que un grupo, en este caso de jóvenes, exponga sus demandas, para que éstas generen debate público.

Ahora la pregunta que nos cabe hacer es cuántos de estos adolescentes el día de mañana quisieran formar parte de un electorado, es decir, cuántos de esta masa de jóvenes a nivel nacional estarían dispuestos a inscribirse en los registros electorales. El tema pasa por saber cómo podemos aumentar los niveles de participación ciudadana en general y de los jóvenes en particular.

Uno de los pilares de la campaña de la señora Bachelet fue, precisamente, el llamado gobierno ciudadano, ahora qué es o de qué se trata a nadie le queda demasiado claro, es más, me atrevería a decir que ni siquiera en los círculos más cercanos a la señora presidenta pudieran darnos una respuesta clara de en qué consiste esta idea.

A mí juicio el gobierno ciudadano debería apuntar principalmente en dos aspectos: empoderar a la gente, por un lado; y fomentar la participación ciudadana, por el otro. Pero las señales que ha dado la presidenta en este aspecto no han sido del todo concretas. Yo esperaría, por ejemplo, que la señora Bachelet dentro de sus primeras medidas hubieran estado contempladas la instauración del defensor público o darle más atribuciones al SERNAC, si de empoderar se trata. O de colocar suma urgencia a los proyectos de inscripción automática y voto voluntario y de reforma al sistema electoral, si de aumentar la participación se trata.

Puedo estar equivocado, pero creo que existe tanto para la idea del defensor ciudadano como en de darle más atribuciones al SERNAC un cierto consenso dentro de los partidos, por tanto depende única y exclusivamente del gobierno llevar estos proyectos adelante. Ahora sin duda lo que producirá chispas, dará comezón, sacará ronchas, incluso un poco de erosión dérmica tal vez, será sin duda, discutiendo la inscripción automática y el voto voluntario y la reforma al binominal, pues no existe unidad de criterios con respecto a estos temas dentro de las propias coaliciones, incluso más, no habría consenso ni siquiera dentro de los propios partidos.

Para comenzar a dar mi parecer con respecto a la inscripción automática y el voto voluntario, me permitiré realizar la siguiente analogía: si habláramos en términos puramente económicos es plausible que cuando la economía está estancada, el Banco Central baja sus tasas en 0,5%, pero si aún así los márgenes de ganancias no son suficientes para incentivar tanto la economía, entonces el Banco Central nos explica, y nosotros le creemos, que cuando baja la tasa a 0,25%, la economía se reactiva. Algunos ya se estarán preguntando por qué este tipo me está hablando de las tasas del Banco Central. Bueno es que para incentivar la participación ciudadana debiese pasar un fenómeno parecido. Es decir, bajar los costos de inscripción, o sea si funciona para los prestamos no veo porque no debiera funcionar para la participación. Ahora para que esto sea del todo cierto, debiera pasar y pasará, que si al ser el voto voluntario tendremos una nueva incógnita dentro del mercado electoral lo que provocará, sin duda, una incertidumbre no sólo por saber como se moverá el padrón, sino también el saber cuánta será la abstención, lo cual será bueno, pues los candidatos se verán obligados, para dar legitimidad a todo el proceso, no sólo a competir entre sí, sino también a convencer a más personas para que vayan a votar. Así que mientras a más gentes convenzan para ir a votar, más participación y por ende más legitimidad tendrá el proceso. Ahora bien si todo el fenómeno que describo con la inscripción automática y el voto voluntario sea una soberana mentira, es decir, que exista el riesgo que la abstención sea altísima, aún en ese caso, creo que existe un bien superior anterior al de la participación en sí, que es la salvaguardia de la libertad individual. Pues y aún a riesgo de equivocarme, me atrevería a decir que bajo el alero del constitucionalismo, el voto es un derecho, por ende no debería verme obligado a ejercerlo.

Ahora en el caso de la modificación al sistema electoral, concuerdo con la idea de que el nuevo sistema que se quiera implantar, cualquiera fuese, debiera conjugar cuatro ejes fundamentales: representatividad, gobernabilidad, transparencia y competencia. Claro algunos se preguntarán, legítimamente por lo demás, cual es el problema con el binominal si ha demostrado que ha dado, así como sus defensores lo afirman, gran estabilidad y gobernabilidad al país. Además de cumplir también con el principio de transparencia, y con esto me refiero que para el votante el sistema es medianamente fácil de entender, ya que el elector sabe perfectamente por qué coalición está votando al momento de emitir su sufragio. No obstante, el binominal tiene una gran deuda tanto con la representación como con la competencia.

A pesar de lo que se pueda decir, hay que aceptar el hecho de que el binominal es, técnicamente, un sistema proporcional representativo, pero claro el menos representativo dentro de los sistemas proporcionales representativos, pues como fue creado para lograr el empate en las coaliciones, se privilegia las mayorías relativas de cada coalición, es decir, que si la suma de la segunda mayoría relativa junto con la primera no son suficientes para conseguir el doblaje, el escaño de esta segunda mayoría se pierda dando paso a la tercera. A raíz de lo mismo para cualquier candidatura fuera de pacto resulta una verdadera hazaña conseguir un puesto en el parlamento.

Incluso aún más que la representatividad, las gran debilidad del binominal está en la competitividad, pues como el sistema, como ya hemos dicho, está diseñado para provocar el empate, la verdadera contienda ocurre con el compañero de lista y no entre las coaliciones y esto, lógicamente genera vicios, como blindar a uno de los candidatos colocándole un compañero de lista débil o peor aún que la coalición lleve un candidato único, pues como se privilegian las primeras mayorías relativas dentro de cada coalición, se sabe de antemano que un único candidato dentro de un pacto ya está electo casi por secretaría. Esta ausencia de competencias entre las listas y más aún el blindaje, si duda, provocan un debilitamiento en la relevancia del voto.

Lamentablemente tengo la impresión que se debiera generar un movimiento algo parecido a la revolución pingüina, para que estas medidas tendientes facilitar la participación sean realmente una prioridad para gobierno y parlamento, pues tiendo pensar, que para la clase política mantener este establishment es más beneficioso. Pues, si pensamos que para el caso la inscripción automática y voto voluntario se generaría una nueva masa de electores que será difícil de predecir cual será su verdadera intención de voto, y a esto le sumamos que cualquier reforma seria al sistema electoral significaría, obligatoriamente, que los distritos y circunscripciones se dividan, de verdad, no sé cuántos parlamentarios estarían dispuestos a asumir el riesgo de ceder parte de sus cuotas de poder y a dar señales firmes hacia una mayor participación ciudadana
.

lunes, julio 17, 2006

Hayek: Libertad, libertades y restricción de la coacción

Hayek en su obra “Los Fundamentos de la Libertad” realiza un importante esfuerzo analítico para establecer su propia interpretación de la libertad. En esencia, desarrolla la idea de libertad como ausencia de coacción. Entendiendo por Coacción cuando un individuo ejerce presión autoritaria sobre otra. Para él, libertad queda definida como una condición humana "en cuya virtud la coacción que algunos ejercen sobre los demás queda reducida, en el ámbito social, al mínimo". A esto él lo denomina como estado de libertad. La promoción de este estado en los ejes políticos y éticos constituiría una política de libertad.

Todos esfuerzos que Hayek realiza para explicar su idea de libertad radican o están puestos en la autonomía o independencia de una persona frente a la voluntad de un tercero, que eventualmente puede restringir o anular su libre desenvolvimiento, configurando a quien se ejerce esta coacción como mero instrumento. Es por esto, el ejercicio de esta libertad presupone la existencia, cierta y segura, de una esfera de vida privada. O, lo que es lo mismo, un "conjunto de circunstancias en las cuales los otros no puedan intervenir".

Como se ha expuesto la coacción está generado por uno o más individuos, aclaro esto, pues para nuestro autor sería inverosímil, si pensáramos, por ejemplo, que si un montañista cayera a una grieta y permaneciera ahí por días o semanas su libertad estará restringida.

Hayek nos propone también establecer ciertas diferencias entre tipos de libertades, contrapone su idea de libertad con libertad política. Ésta se refiere al ejercicio de poder elegir a sus representantes, legislar y controlar la gestión administrativa de las autoridades. Y su contraposición con la idea de libertad es clara y expresa: “Un pueblo libre no es necesariamente un pueblo de hombres libres; nadie necesita participar de dicha libertad colectiva para ser libre como individuo". Esto afirma nuestro autor, porque con esa libertad podría decidir, y de hecho ha decidido muchas veces, anular o limitar la libertad individual.

Contrastando la idea de libertad, que llamaremos también libertad individual, con la libertad interior o libertad metafísica, ésta se define como la facultad que tiene todo individuo de elegir, de manera racional, una determinada alternativa. Es decir, la restricción a este tipo de libertad quedaría establecida cuando el individuo se apropia de una alternativa “llevado por sus pasiones”, dicho de mejor forma, la elección se ejerce en respuesta a emociones exacerbadas y no por medio de la razón.

Un tercer contraste, ahora con la libertad entendida como poder, nos entrega más precisiones. Hayek se refiere a la libertad ilimitada y que viene a significar omnipotencia de la voluntad humana. En efecto, una de las utopías de nuestro siglo ha consistido en asegurarnos que la libertad colectiva es un poder, a través del cual se pueden alcanzar metas ilimitadas de bienestar público. Pero la constitución de ese poder colectivo en la esfera pública exige la limitación de la libertad individual. Por esta vía, nos dice Hayek, "en los estados totalitarios la libertad ha sido suprimida en virtud de la libertad".

Como ya hemos establecido la protección de la coacción estaría circunscrita por la conformación de una esfera segura y libre, donde las demás personas no pueden intervenir, esta condición es posible a través de la aceptación de un principio de propiedad. Este carácter primario de propiedad, es expresado con argumentos clásicos, por medio de la siguiente manera: “el primer paso en la delimitación de la esfera privada que nos protege contra la coacción".

Por otra parte, la coacción también está limitada en la medida que se asegura la facultad de contratar libremente, que desde tiempos muy remotos ha sido la práctica y la institución jurídica central en la cual se ha apoyado el intercambio espontáneo de bienes y servicios entre los individuos.